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yo solía ser uno de ellos (en proceso, 2025)

Esta serie de retratos retoma la forma en que trabajaba hace veinte años, al inicio de mi carrera. Vuelvo a las mismas herramientas, a la luz y los encuadres con los que aprendi a mirar, pero ahora desde otro lugar: el de alguien que ha crecido.
Retrato a la juventud con la distancia que da el tiempo, pero también con una cercanía emocional que no se ha perdido. Yo solía ser uno de ellos, y aunque ya no lo soy, todavía reconozco algo de mí en sus gestos, en su energía, en la forma en que habitan el mundo. Esta serie es un espejo entre tiempos: una conversación entre lo que fui y lo que hoy son ellxs, una reflexión sobre el paso del tiempo y el deseo de seguir mirando con la misma intensidad de entonces.


 

This portrait series revisits the way I worked twenty years ago, at the beginning of my career. I return to the same tools, to the light and framing through which I first learned to see, but now from a different place: that of someone who has grown.

I portray youth with the distance that time provides, but also with an emotional closeness that hasn’t been lost. I used to be one of them, and although I'm no longer that person, I still recognize something of myself in their gestures, in their energy, in the way they inhabit the world. This series is a mirror between times: a conversation between who I was and who they are today, a reflection on the passage of time and the desire to keep looking with the same intensity as before.

LOVE IS NOT A VICTORY MARCH (2018)

El fin de la historia, o mejor dicho, de las historias. El fin que en realidad es comienzo; continuidad, sí, ruptura, es dudoso. Los recuerdos y las experiencias son una impronta de la memoria individual, parte del círculo vicioso del tedio, de la monotonía; sin embargo, se salga o no victorioso, narrar lo vivido en cada una de estas historias es siempre agradable: el contarlo desde la alegría y no sólo desde la tristeza merece ya de por sí un lugar aparte y muy por encima de cualquier derrota. 

Tal es la apuesta de Tony Solis por contarnos si no todo el camino, lo más importante de la experiencia vital que deriva de sus anteriores exposiciones en esta nueva serie fotográfica titulada Love is not a victory march. Chicos, otra vez chicos, pero esta ocasión no se trata del inseguro pero potente efebo que marcha alegre hacia la batalla, sino del herido, resignado y constante Sísifo, que a pesar de la adversidad sale victorioso desde el momento en que es consciente del absurdo de su terquedad. De la misma manera, los chicos retratados para esta nueva serie parecen regresar de algún lado, pero sin estar del todo seguros si ganaron: como bien dice la canción de Leonard Cohen, el amor es una marcha, pero no necesariamente de victoria. 

En estas fotografías podemos observar cómo el trabajo de Tony Solis adquiere cierta sobriedad, reflejo de las experiencias y de la interrelación de sus obras previas (Dosis de pánico, 2009/ Pretend you never went to school, 2012/ La marcha de los gatitos apachurrados, 2015); imagen y discurso forman un binomio que no pretende explicar sino simplemente detonar emoción, cansancio pero también goce y serenidad. 

 

Prett Rentería

LA MARCHA DE LOS GAATITOS APACHURRADOS (2015)

Cientos de gatitos  bailan y tocan distintos instrumentos musicales mientras marchan al compás de una melodiosa y alegre canción. Estos felinos llevan por nombre Mitchiri Neko y pertenecen a un fenómeno viral tanto de videos como del imaginario Pop.

Tony Solis, inspirado en este popular video, crea una reinterpretación fotográfica, titulado “La marcha de los gatitos apachurrados”. Este proyecto, desarrollado por más  de dos años, parte de la idea basada en crear un discurso entre su obsesión por este video, mismo que vio en repetidas ocasiones por más de un año, así como el efecto ansiolítico que le generaba.

Sin embargo, este video que a pesar de ser sumamente alegre e, inclusive complaciente, es adaptado por el artista a partir de sus experiencias personales que distan mucho de ser situaciones alegres, y se asimilan más a la música de Tom Waits, Leonard Cohen y el siempre presente Daniel Johnston.

Tras una larga carrera como fotógrafo de moda, Tony deja de lado esta estética y se enfoca en una forma más sobria y obscura para retratar a jóvenes bajo una atmósfera nostálgica y casi bohemia.Desnudos, tal como los gatos marchando al ritmo de la música, los jóvenes dejan atrás la característica dulzura de los personajes color pastel para tornarse en la incómoda amargura de las corrosivas letras de Tom Waits.

An endless parade of kittens dance and play different instruments while marching to the tune of a cheerful and melodic song. Enamoured by the hugely popular Japanese video Mitchiri Neko, Mexico City-based artist Tony Solis created La Marcha de los Gatitos Apachurrados -- a black & white photographic interpretation of the pastel-pop viral animation. This project, developed over two years, seeks to create a discourse between Solis’ unyeilding year-long infatuation with the video and the calming effects it impressed upon him. Despite how uplifting the video can be, Solis’ adaptation draws further still from the darker and more intimate parts of his personal experience-- drawing from the omnipresent influence of the work of Tom Waits, Leonard Cohen and Daniel Johnston. After a long run as a fashion photographer, Solis departs from those aesthetics to focus on a more melancholic, new-age style of portraying youth. As the kittens march to the beat, youth leaves behind the sweet simplicity of candy-colored Mitchiri Neko characters and indulges in the nostalgic bitterness of Tom Waits’ corrosive lyrics.

DOSIS DE PÁNICO(2009)

Dosis de caos, de crisis, de violencia, de inestabilidad, de incertidumbre, de riesgo, de coraje… dosis de pánico en un mundo turbulento. Pero también de belleza, de frescura, de calidez, de pieles húmedas, de relucientes cabelleras, de momentos únicos, de romance, de inocencia engañosa, de lucidez, de cuerpos perfectos, de miradas profundas, de un poquito de eso que se pierde sin que nos demos cuenta, en algún lugar de nuestros primeros veinte años de vida… Esto último aportado por las imágenes de Tony Solís (Monterrey 1979), fotógrafo mexicano que se ha distinguido por saber captar lo indescifrable, lo hermoso y melancólico de la juventud - en especial la adolescencia – con un estilo único y una paleta de colores cálidos y reconfortantes que complementan a la perfección esas imágenes que nos muestran momentos de felicidad y plenitud, de risas, crueldad y de cinismo. La arrogancia de sus modelos esta lejos de ser molesta. Al contrario, podríamos afirmar que se trata solo de un escudo contra el lente que tienen frente, un recordatorio del poder que les da su frágil belleza, la constancia de lo que es y jamás volverá a ser.

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